Hoy encontré una
entrada de blog que escribí hace años, cuando me dedicaba exclusivamente a
predicar el Evangelio en las calles. Nunca publiqué esta entrada, pero es algo
que se necesita decir.
"Las veo casi
todos los días en las calles. Hay algo de ellas que me llena de una profunda
tristeza…a veces literalmente me siento como llorar. Ellas no son
salvas…igual que el 99 por ciento de las personas de la ciudad. Sin embargo,
cuando las veo pasar, su cabello corto y atavío religioso parecen gritar: “¡Estoy
perdida!” Perdidas. En cuanto a todas las personas “normales” en las calles, al
menos puedo esperar que algunos de ellos quizás sean salvos. Algunos quizás sean creyentes genuinos. Un cristiano
verdaderamente regenerado quizás pase por mi lado sin que yo me dé
cuenta. Pero con ellas no es así. Ves a una de ellas y ya sabes que están
marcadas—marcadas para la perdición. Con otras personas quizás esto no sea tan
evidente, pero con ellas es sumamente claro. Las monjas necesitan el Salvador.
La mayoría de ellas se han convertido tan endurecidas, están tan
adoctrinadas…es tan difícil…pero no es imposible. Nada es imposible con Dios. ¿Quién
orará por ellas? ¿Quién llorará por las monjas?"