En cada
avivamiento hay un aspecto divino y un aspecto humano. En el avivamiento de
Gales el aspecto divino se destaca prominentemente. Evan Roberts, el líder bajo
Dios, parecía en un sentido ser un agente pasivo en el cual el Espíritu Santo obraba
poderosamente en las temporadas nocturnas. No había organización y muy poca
predicación—había comparativamente poco del elemento humano. Aunque el avivamiento
de Sialkot fue de la misma manera enviado del cielo, este no parece ser tan
espontaneo. Había, bajo Dios, organización; había cierta cantidad de
preparación definitiva, y había temporadas de oración larga y continua.
Y aquí,
para demostrar cómo el medio humano es útil, quisiera mencionar la unión de
oración de Punjab. Esto fue comenzado durante el tiempo (1904) de la primera
Convención Sialkot. Los principios de esta unión fueron declarados en la forma
de preguntas que luego eran firmadas por los que se convertían en miembros.
1. “¿Estás
orando por avivamiento en tu propia vida, en la vida de tus colaboradores y en
tu iglesia?”
2. “¿Estás
anhelando más poder del Espíritu Santo en tu propia vida y obra, y estás
convencido de que no puedes seguir adelante sin este poder?”
3.
“¿Orarás para que no seas avergonzado de Jesús?”
4. “¿Crees
que la oración es el gran medio para asegurar este despertar espiritual?”
5.
“¿Apartarás una media hora cada día, tan pronto después del mediodía como sea
posible, para orar por este avivamiento, y estás dispuesto a orar hasta que llegue el avivamiento?
John Hyde
estaba asociado con esta unión de oración desde su comienzo, y también tuvo una
parte indudable en la convención de Sialkot. Los miembros de la unión de
oración alzaron sus ojos conforme al mandato de Cristo y vieron los campos:
blancos para la siega. En el Libro leyeron las promesas inmutables de Dios.
Vieron un solo método de obtener este despertar espiritual, a saber, la
oración.
…
Dios puso
una gran carga de oración sobre los corazones de John N. Hyde, R. McCheyne
Paterson y George Turner para esta convención. Había una necesidad de una
reunión anual para el estudio de la Biblia y la oración, donde la vida
espiritual de los obreros—pastores, maestros y evangelistas, tanto extranjeros
como nativos—podría ser profundizada. La vida de la iglesia en Punjab (así como
en toda la India) estaba sumamente debajo del estándar de la Biblia; el
Espíritu Santo tan poco honrado entre estos ministerios que pocos estaban
siendo salvados de entre los millones sin Cristo. Sialkot era el lugar escogido
para esta reunión y 1904 se convirtió en la fecha memorable de la Primera
Convención de Sialkot.
Antes de
una de las primeras convenciones, Hyde y Paterson esperaron y permanecieron
todo un mes antes de la fecha de la inauguración. Por treinta días y treinta
noches estos hombres piadosos esperaron ante Dios en oración. ¿Es de extrañar
que hubo poder en la convención? Turner se unió con ellos después de nueve
días, y así que por veintiún días y veintiuna noches estos tres hombres oraron
y alabaron a Dios por un gran derramamiento de Su poder. Tres corazones humanos
latieron como uno, y ese un corazón era el corazón de Cristo, anhelando,
rogando, orando y agonizando por la iglesia de India y las miríadas de almas
perdidas. Tres voluntades humanas renovadas que por la fe se unieron como con
ganchos de acero al poder omnipotente de Dios. Tres pares de labios tocados por
fuego que desde corazones creyentes clamaban: “¡Así será!”
¿Usted que
lee estas palabras ve esas vigilias continuas, esos días de ayuno y oración,
esas noches de velar e intercesiones, y dice—“¡Qué precio que se debe pagar!”?
Entonces le señalo cientos de obreros vivificados y equipados para el servicio
de Cristo; le señalo a literalmente miles de almas oradas al reino y le digo:
“¡He aquí la adquisición de tal precio!”
Ciertamente
el Calvario representa un precio espantoso. Pero su alma y la mía y los
millones que han sido redimidos hasta ahora, y los millones que todavía podrán
ser redimidos, una tierra arruinada restaurada a la perfección de Edén, los
reinos de este mundo quitados de las manos del usurpador y entregados al reino
de su legitimo Rey— ¿cuando veamos todo esto no diremos con alegría: “He aquí
la adquisición”?
Praying Hyde, Francis A. McGaw
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