miércoles, 29 de julio de 2015

Mi Respuesta a Jesús Adrián Romero, Tercera Parte: La Autoridad Final del Creyente




Esta es la tercera y última parte de mi crítica de lo que Jesús Adrian Romero comparte en una entrada de su página titulada Humildad Teológica. Es necesario advertirles que estaré tratando aquí con una cuestión filosófica que requerirá de nuestra parte un poco más de meditación. Muchos se “desconectan” al leer de conceptos filosóficos, prefiriendo más bien leer o ver algo más “sencillo” que no requiera ejercitar tanto los músculos cerebrales. Sin embargo, lo que voy a compartir trata con algo de lo cual tenemos que tener al menos un conocimiento básico, pues tiene que ver con la Palabra de Dios, la autoridad final del cristiano. Es imprescindible que entendamos lo siguiente para estar firmemente cimentados sobre la verdad y no cometer un gravísimo error como el que Romero comete en el resto de lo que escribe. Él dice:

Por ejemplo, no tengo problemas en afirmar que la Biblia es la palabra de Dios y la autoridad final en asuntos de fe y práctica, pero si soy honesto debo reconocer que hay huecos en los argumentos a favor de esta verdad, y para aceptarla, en algún momento de mi formación espiritual tuve que tomar un paso de fe.

Esta es una declaración increíble. Quizás algunos no vean a primera vista el enorme problema con lo que Romero ha dicho. ¿Cómo puede alguien afirmar tener una autoridad final pero al mismo tiempo decir que existen “huecos a favor” de esto? Es obvio que Romero no entiende lo que es una “autoridad final”.

Podríamos definir una autoridad absoluta o final como el estándar más alto de un individuo, por el cual este mide todas las cosas. Es la regla con la cual todas las cosas son comparadas. Todos tenemos un estándar final: para los cristianos, Dios (quien es entendido por su Palabra) es el estándar final; para los evolucionistas, por ejemplo, su estándar final es el naturalismo (lo único que existe es lo natural) o el empirismo estricto (lo real y verdadero es sólo lo que puede ser observado y estudiado).

Una autoridad final es un estándar independiente que no requiere ninguna otra fuente para su autenticación…por eso se llama una autoridad final. Es decir, no podemos apelar a algo más alto o autoritativo que esa autoridad final para comprobarla. Cada autoridad final necesariamente tiene que apelarse a sí misma como la evidencia máxima de su veracidad y validez. Si pudiéramos apelar a algo más alto que nuestra autoridad final, entonces nuestra autoridad final en realidad no sería una autoridad final…esa otra cosa lo sería. Por ejemplo, si apeláramos a la evidencia histórica para comprobar que la Biblia es cierta, entonces la Biblia no sería la autoridad final, la evidencia histórica lo sería. Ahora bien, la evidencia histórica puede confirmar el hecho de que la Biblia es la verdad, pero esta nunca puede ser vista como la “prueba absoluta” de la veracidad de la Biblia. La Escritura es la verdad que procede de Dios (Juan 17:17; 2 Tim.3:16), y por lo tanto es nuestra autoridad absoluta y final de la verdad. ¿Cómo comprobamos que la Biblia realmente es la verdad? No al señalar a la arqueología, ni la historia, ni la ciencia ni la razón humana, sino al señalar a la Biblia misma.

Algunos me acusarían de cometer la falacia de “razonamiento circular”…después de todo, estoy usando la Biblia para comprobar la Biblia. Aunque confieso que mi argumento involucra cierto grado de circularidad, no es viciosamente circular, es virtuosamente circular. Un ejemplo de un argumento viciosamente circular sería: “Mi razonamiento es válido porque me parece razonable que lo es”. Tal argumento circular es erróneo porque es arbitrario—se basa en el criterio subjetivo de la persona de su propia racionalidad, y asume lo que está tratando de probar sin poder probar que lo que está asumiendo. A cambio, cuando yo argumento a favor las Escrituras siendo nuestra autoridad final y objetiva, no solo argumento circularmente para comprobarla (“la Biblia es nuestra autoridad porque dice que lo es”), sino que uso información adicional para respaldar mi conclusión. Esta información adicional confirma lo que dice la Biblia, y de hecho nos muestra que tenemos que empezar con la Biblia para poder comprobar la Biblia.  

Quizás lo que acabo de decir parezca un poco confuso. Para ayudarnos a entender esto, consideremos la lógica. Las leyes de la lógica realmente existen: ¿verdadero o falso? Cualquier respuesta que diéramos a esta pregunta comprobaría las leyes de la lógica… ¡pues necesitamos usar las leyes de la lógica para averiguar si son ciertas o no! Si no existieran no pudiéramos dar una respuesta lógica y coherente, ni qué hablar de hacer una pregunta lógica. Tenemos que asumir las leyes de la lógica para evaluarlas. Por lo tanto, el argumento a favor de la existencia de las leyes de la lógica requiere cierta circularidad—pero no solo tenemos que argumentar en un círculo (“Las leyes de la lógica son ciertas porque lo son”), podemos agregar información adicional para respaldar nuestra conclusión (“Sin ellas no podríamos responder lógicamente”). Esta información adicional nos muestra que tenemos que empezar con las leyes de la lógica para poder comprobarlas. La lógica tiene que usarse a sí misma como la evidencia más grande de su propia existencia. No es erróneo argumentar de esta manera, es necesario; sería imposible argumentar de otra manera. Las leyes de la lógica tienen que ser ciertas por la imposibilidad de lo contrario.  

De la misma manera, consideremos el siguiente argumento y pregunta—“La Biblia es la Palabra de Dios y la autoridad final en asuntos de fe y práctica: ¿verdadero o falso?” Cualquier respuesta que demos a esta pregunta solo confirmará que la Biblia es de Dios y la autoridad final. Cualquier intento de refutar la afirmación ya mencionada tendría que presuponer cosas acerca del universo que sólo podrían ser ciertas si la Biblia fuera la verdad en primer lugar. La Biblia no solamente afirma que es la Palabra de Dios y la autoridad final; también nos provee el fundamento para la lógica, la ciencia, la moralidad, la uniformidad de la naturaleza, para el hecho de que podemos confiar en nuestros sentidos, etc. Este fundamento es el Señor Dios mismo. Tenemos leyes objetivas, inmutables, absolutas, universales, e inmateriales que gobiernan el universo porque estas reflejan el carácter del Dios verdadero, inmutable, soberano, omnipresente, y espiritual. Podemos confiar que nuestro raciocinio y cinco sentidos sean válidos porque llevamos la imagen de nuestro Creador. Podemos confiar que las leyes naturales de hoy serán vigentes mañana porque nuestro Señor no cambia.

Quita a Dios y su Palabra y no tendrás razón válida alguna para decir que algo es correcto o incorrecto, verdadero o falso, moral o inmoral, lógico o ilógico, etc. Estos conceptos carecen de sentido si no hay un Dios del cual proceden. Sin esta Autoridad Final, no podemos explicar ni justificar absolutamente nada: ¿Quién dice que no podemos matar y odiar y ser egoístas? ¿Quién dice que una creencia es verdadera o falsa? ¿Cómo podemos saber con certeza que realmente existimos, y que no somos un cerebro en un laboratorio? ¿Cómo podemos justificar leyes de la lógica absolutas, inmateriales y universales...y cómo podemos tener la certeza de que podemos evaluar estas leyes correctamente? Nos quedamos solamente con opiniones subjetivas y arbitrarias, con la locura (sin una justificación para la lógica y la verdad absoluta), con la incertidumbre (no teniendo una razón para creer que mañana será como hoy, ni que en verdad existamos)…con CAOS TOTAL. De hecho, nos quedaríamos con una imposibilidad, pues un mundo sin un estándar absoluto jamás podría existir. En conclusión, es perfectamente válido argumentar que la Biblia es la Palabra de Dios y nuestra autoridad final, porque si no lo fuera, no tendría sentido investigar la certeza de esta afirmación. Incluso, cualquier intento de refutar esta afirmación sería autorefutante, ya que usaría conceptos (como la lógica) que presuponen un mundo que solo pudiera existir si la Palabra de Dios fuera cierta. Por lo tanto, podemos decir con certeza que la Biblia es la Palabra de Dios por la imposibilidad de lo contrario. Si la rechazas, eres reducido a la absurdez.

Quiero dejar claro que no estoy diciendo que debemos razonar hacia el Dios de las Escrituras (A+B+C…y por lo tanto=Dios). ¡Necesitamos presuponer el Dios de las Escrituras para poder razonar! Necesitamos comenzar con el Dios verdadero de la Biblia para que cualquier argumento tenga sentido. Como una persona dijo una vez: “Dios no es un dios hacia quien debemos razonar...el es ÉL Dios sin el cual no podríamos razonar.” Y las Escrituras son su aliento, su exhalación (2 Tim.3:16), por medio de las cuales Él se revela a sí mismo y su universo. Como tal, son nuestra autoridad final que debemos presuponer para que todo lo demás en la existencia tenga sentido.

Ahora bien, a la luz de esta explicación larga sobre la Biblia siendo nuestra autoridad absoluta, ¿pueden entender por qué la cita de arriba de Jesús Adrián Romero es tan absurda? Sería como decir: “Yo creo que las palabras existen, pero hay huecos en los argumentos a favor de esta verdad”. Esta una postura autorefutante: ¡tienes que usar palabras para tratar de poner en duda la existencia de las palabras! Y al poner en duda la autoridad de la Biblia, Romero tiene que asumir que hay un estándar de la verdad con el cual debemos comparar todas las cosas…pero ese estándar de la verdad sólo puede existir si la Palabra de Dios es cierta y la autoridad final.

Lamentablemente, su artículo va de mal en peor:

¿Cómo compruebo que los 70 traductores de la septuaginta fueron inspirados por el Espíritu Santo para traducir de la manera correcta, agregar nuevos libros o partes de algunos libros al canon del antiguo testamento?

¿Cómo compruebo que el canon de las escrituras es absolutamente correcto y que los hombres asignados a este trabajo escogieron, dirigidos por el Espíritu Santo, la lista de los libros que compondrían la Biblia? ¿Cómo compruebo que fueron inspirados por el Espíritu Santo para determinar la canonicidad de ciertos libros y la apocrificidad de otros?

¿Cómo compruebo que el canon de la Biblia protestante es el correcto cuando el mismo Martín Lutero tenía problemas con algunos libros que ahora son parte del canon bíblico, y cuestionaba que libros como el de Ester, Hebreos y Santiago, entre otros, fueran inspirados por el Espíritu Santo?


Las preguntas que Romero hace contienen errores…pero eso no es lo más importante. Aun si supongamos que todos los hechos que él ha mencionado fueran ciertos tal y como los ha descrito, sería muy fácil responder sus preguntas. ¿Cómo puede Romero comprobar con certeza todo lo que pregunta acerca de la Biblia? Lo acaba de hacer. Él continúa presuponiendo un estándar de la verdad que sólo puede existir si las Escrituras son ciertas. Además, las ciertas y verdaderas palabras de las Escrituras nos dicen que nuestro Dios soberano preservará todas sus palabras (Salmo 12:6-7; Mat.24:35; 1 Ped.1:25, etc.).


Por supuesto que he leído todos los argumentos a favor de la autoridad de la Biblia y estoy de acuerdo con ellos; las profecías cumplidas, los pergaminos que respaldan lo que tenemos escrito, las evidencias históricas y geográficas, la consistencia literaria, la sobre-vivencia de la Biblia al escrutinio de los siglos y a los constantes ataques que ha recibido, etc. Pero después de todos los argumentos, debo ser honesto y aceptar que no puedo comprobar con “absoluta certeza” que la Biblia es la palabra de Dios.


Es evidente que Romero no ha leído todos los argumentos a favor de la autoridad de la Biblia. Él no está consciente del “argumento trascendental” que he explicado en esta entrada. Pero de cualquier manera, la postura autorefutante de Romero continúa. Con cada palabra que escribe, él demuestra la veracidad de la Palabra de Dios. Incluso su afirmación de no poder comprobar con “absoluta certeza” que la Biblia es de Dios lo demuestra.


Lo interesante de esto es que aunque no pueda comprobarlo, yo, junto a la mayoría de cristianos a través de los siglos, hemos estado dispuestos a morir por esta verdad. Tenemos la absoluta certeza que la Biblia es inspirada por Dios, pero más que certeza intelectual, esta certeza se deriva de algo más personal; FE.

En mi vida he comprobado que las palabras de este libro son verdad y son vida. Sus consejos me han llevado a encontrar la llave para entrar a una vida plena y productiva.

Es mi sincero deseo que la declaración de Jesús Adrián, de que está dispuesto a morir por la verdad, realmente se convierta en una realidad. Pero antes de morir por ella, tiene que creerla, y tiene que vivir conforme a ella…algo que evidentemente no está pasando ahorita.

(Para leer mi refutación de la falsa distinción que él hace entre la “certeza intelectual” y la fe, lee la segunda parte de mi crítica).


Al final de todos los argumentos, la única “verdad” a la que nos podemos aferrar con certeza es la verdad de nuestra fe.

Esta declaración es totalmente escandalosa…y suma e inequívocamente falsa. ¿Cómo puede decir tal cosa? La horrenda necedad que ha escrito aquí nos revela su corazón (Mat.12:34)…y nos muestra el fundamento de su religión: no es LA VERDAD OBJETIVA Y PROPOSICIONAL de la Palabra de Dios, es su experiencia subjetiva de “fe”. Sus palabras revelan que él no cree que las Escrituras sean su autoridad final—él mismo se cree ser su propia autoridad final. Romero NO está construyendo sobre la Roca, sino sobre la arena de su propia fe y experiencias religiosas y emocionales (Mat.7:24-27). ¡Con razón que no conoce las Escrituras!

Una aclaración: al decir esto no estoy descartando ni menospreciando la fe personal y las experiencias subjetivas, como la de la salvación. Pero lo que sí estoy diciendo es que nuestra fe y nuestras experiencias deben ser informadas por, y comparadas con, la Palabra de Dios. Romero tiene esto totalmente al revés.


Por supuesto que no es una fe ciega, es una fe que lucha y que cuestiona.
La verdadera fe no puede existir a parte de la duda. Cuando dejamos de cuestionar dejamos de aprender y hacemos de nuestra fe algo débil, algo que los demás no pueden tomar en serio.
               
Si la verdadera fe no puede existir a parte de la duda, entonces Jesucristo no tenía fe verdadera, debido a que Él nunca dudaba ni cuestionaba la verdad. Y Dios nunca nos manda a cuestionar su Palabra; Él nos manda a creerla y obedecerla. Cuando dejamos de cuestionar hacemos de nuestra fe algo fuerte. ¿Romero no ha leído pasajes como Mateo 17:20?

Un poco de humildad teológica nos hará testigos más honestos y nos dará más credibilidad en un mundo que desesperadamente busca respuestas.

No, un poco de humildad teológica nos hará creer la Palabra de Dios, en vez de cuestionarla y decir que debemos aprender de los agnósticos. Y nos has hará ver que el mundo no “desesperadamente busca respuestas”.  Nos hará ver que “nadie busca a Dios” (Rom.3:11) y que el mundo perdido tiene tanto anhelo de conocer la verdad como el anhelo que tiene un criminal para hallar a un policía (Juan 3:19-21). Nos hará ver el gran peligro de ser un tropiezo para los que profesan ser creyentes (Lucas 17:1-2), y que tendremos que rendir cuentas ante Dios por cada palabra que salga de nuestra boca y que escribamos. Nos hará ver nuestra necesidad de estudiar las Escrituras con diligencia (2 Tim.2:15), y ver que la salud espiritual de nuestra congregación depende de nuestra propia salud espiritual y nuestra doctrina (1 Tim.4:16).


Si algo queda claro con este artículo, es que Jesús Adrian Romero desgraciadamente no cree ni obedece la Palabra de Dios, y eso le hace un testigo deshonesto. Que el Señor le tenga misericordia; yo sí estoy, y estaré, orando por él.


sábado, 25 de julio de 2015

Mi Respuesta a Jesús Adrián Romero, Segunda Parte: La Naturaleza de la Fe





Voy a seguir analizando el artículo de Jesús Adrian Romero titulado “La Humildad Teológica”. He decidido hacer esto, no porque tenga un interés particular en criticar a este cantante y músico, sino porque sus palabras son, en el mejor de los casos, confusas, y en el peor de los casos, heréticas. Romero tiene muchos seguidores y personas que constantemente están pendientes de lo que escribe y dice. Es mi deseo, si Dios lo permite, ayudar a algunas de estas personas y también edificar a los santos al comparar las palabras de este hombre con la verdad bíblica. Es mi esperanza y oración que él se arrepienta de las cosas heréticas que enseña y que se retracte de lo que ha escrito. (Sus palabras están en rojo, las  mías en negro).

En un mundo en el que la certeza teológica nos ha vuelto orgullosos, nos haría bien un toque de realidad; No todo lo que creemos puede comprobarse con absoluta certeza.

A la luz de lo que Romero acaba de decir respecto a los agnósticos, y lo demás que dice en este artículo, es evidente que él escribe todo esto comenzando con la presuposición errónea de que es más “humilde” admitir no poder tener certeza absoluta. Según él, la “realidad” es que no podemos estar absolutamente seguros de algunas cosas. Sus palabras demuestran la influencia leudante del postmodernismo.

Tocante a lo demás que dice aquí, aunque es cierto que algunos que dicen ser cristianos se vuelven orgullosos por tener “certeza teológica”, eso no significa que no la podamos tener, ni que tenerla por necesidad será una influencia negativa en nuestras vidas. Un creyente verdadero que reconoce que sólo es un pecador salvado por gracia, y que todo lo que ha recibido es por gracia (1 Cor.4:7), y que no puede hacer nada aparte de la ayuda del Señor (Juan 15:5), jamás podrá vivir en jactancia y arrogancia de su conocimiento. Y aun si el creyente cayere en esto, Dios es fiel para disciplinarlo para que se arrepienta y levante de nuevo (Heb.12:5-14). ¡Dios mismo guardó a Pablo de enaltecerse por el conocimiento que tenía! (2 Cor.12:7)

Después trataré con el asunto de las presuposiciones y el asunto de la certeza absoluta. Por ahora quiero tratar con lo que Jesus Adrián Romero dice respecto a la fe. 

Aunque creo y afirmo que el cristianismo es una fe racional con argumentos sanos e inteligentes, reconozco que algunas de mis convicciones se derivan más de fe que de certeza intelectual.

Tengo un gran problema con la dicotomía falsa que Romero hace entre la “fe” y la “certeza intelectual”. ¿Está diciendo que la fe no involucra el intelecto? ¿Está diciendo que tener “fe” significa creer en algo a pesar de no tener certeza de ello? ¿Cómo puede ser eso? Eso es totalmente contradictorio y anti-bíblico: “Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb.11:1)

Los reformadores en el siglo XVI explicaron la fe salvadora y verdadera al describir sus tres elementos: Notitia, Assensus y Fiducia.

Notitia se refiere al contenido de la fe que es entendido por la mente. Aunque la fe no es lo mismo que el conocimiento, nunca es desprovista del conocimiento.

Assensus se refiere al consentimiento intelectual con el contenido de la verdad. Me gusta lo que R.C. Sproul dice acerca de esto:

“Es importante notar que al nivel de assensus la fe no es un asunto de la volición. No puedo ‘decidir’ creer en algo si mi mente no está convencida de que esto sea cierto. Puedo ‘esperar’ que algo cuestionable sea cierto y actuar según esa esperanza. Puedo ejercer lo que Agustín llamaba la fe provisional, es decir, tomar pasos de acuerdo a una hipótesis provisional. Lo que no puedo hacer, en efecto, es ser convencido de una verdad por una mera decisión. La ‘fe’ sin un consentimiento genuino no es más que la credulidad o superstición.”
                                                                                                                                (Justificados Solo por la Fe, Pág.49)

Fiducia se refiere a la confianza personal en la verdad. No solo involucra conocer la verdad e intelectualmente estar de acuerdo con ella, sino que se trata de una entrega y compromiso total al Señor y su verdad.


Como se podrán dar cuenta, esta explicación histórica de la fe (basada en las Escrituras) contradice totalmente lo que Jesús Adrian ha escrito. La fe verdadera absolutamente siempre involucrará la “certeza intelectual”. Hacer una distinción entre la una y la otra simplemente carece de sentido. No es mi deseo insultar a Romero, pero si podemos tener “certeza intelectual” de algo, es de que él no entiende la verdadera naturaleza de la fe. Y si él cree una verdad sin ser convencido intelectualmente de esta misma, entonces esta “fe” que tiene, para usar las palabras de Sproul, “no es más que la credulidad o superstición”.


Puede que yo sea acusado de malinterpretar sus palabras, de realmente no entender lo que él estaba tratando de decir. Si ese es el caso, confieso que no estoy intencionalmente tratando de tergiversar lo que dice, sino de responder a lo que yo entiendo de sus palabras (las cuales considero ser, a menudo, ambiguas). Sin embargo, si es que sí le estoy malinterpretando, Romero lamentablemente hizo un muy mal trabajo al tratar de externar sus pensamientos y yo le advertiría a tener mucho cuidado de cómo explica las cosas. 


jueves, 23 de julio de 2015

Mi Respuesta a Jesús Adrián Romero, Primera Parte



El cantante y músico Jesús Adrián Romero recientemente escribió un artículo en el cual afirmó que no puede “comprobar con ‘absoluta certeza’ que la Biblia es la palabra de Dios.” Sus palabras son controversiales y ya está recibiendo críticas de algunos cristianos. Puedes leer su artículo AQUÍ

Al leer lo que él escribió, vi varias cosas preocupantes y sentí la necesidad de presentar una respuesta bíblica. Las palabras de Romero están en rojo; mi respuesta, en negro.

Me gusta la honestidad de los agnósticos, aprecio su humildad epistemológica.
Un agnóstico no descarta ni acepta creencias religiosas, simplemente toma una postura neutral porque reconoce los límites del conocimiento humano en el tema de Dios y la religión.

A diferencia de los ateos y los teístas que se ubican en los extremos del espectro del conocimiento propositivo, los agnósticos se mantienen en el centro.


Con todo respeto a Jesús Adrian— ¿Qué Biblia está leyendo? ¿Los agnósticos tienen “honestidad”? ¿“Humildad epistemológica”? Jesús Adrián Romero no solo demuestra tener un concepto erróneo del agnosticismo, también demuestra tener una gran falta de conocimiento de la Palabra de Dios.

Romanos 1:18-20: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad;  19  porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente.  20  Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa.”

Romero admira a los agnósticos…Dios nos dice explícitamente que no hay tal cosa como un agnóstico. Romero pinta a los agnósticos como personas honestas que sinceramente no saben si Dios existe o no…la Palabra de Dios nos muestra que absolutamente todo ser humano en este mundo, y a lo largo de toda la historia de la humanidad desde la creación, ha conocido de la existencia del Dios de las Escrituras.

La creación misma siempre ha dado al hombre un destello del asombroso poder, el infinito conocimiento, y la gloriosa sabiduría del Señor. Además, existe dentro del corazón humano una conciencia innata de la divinidad. Por instinto natural, él simplemente sabe que Dios es, y sus facultades de razonamiento confirman este hecho. Finalmente, el hombre posee una conciencia, un conocimiento interno del bien y del mal, como bien nos describe Rom.2:14-16. A la luz de todo esto, el hombre reconoce que será moralmente responsable ante Dios un día.

¿Pero por qué, entonces, hay personas que dicen ser agnósticas? Por la sencilla razón de que el hombre es pecador, y como tal aborrece a Dios y busca restringir la verdad en su injusticia. En otras palabras, un agnóstico es un mentiroso.

Romanos 1:21-22: “Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido.  22  Profesando ser sabios, se volvieron necios…”

Lejos de ser “neutral”, como Romero afirma, el agnóstico demuestra estar totalmente opuesto a Dios. Lejos de ser una virtud que debe ser admirada, el agnosticismo, según Dios, es una necedad total que merece ser lamentada. Ningún agnóstico tiene excusa alguna por su falta de adoración del único Dios verdadero. El agnosticismo en realidad es solo un pretexto para permanecer en el pecado. Es por su amor de la maldad que el agnóstico, aparte de la gracia especial de Dios, realmente no desea indagar acerca de la verdad, rastreando la poca luz que tiene al Dios que está cercano y que le puede salvar (Hch. 17:25-27). Se queda espiritualmente inmóvil e indeciso por la misma razón que Gamaliel lo hizo (Hch. 5:34-39): porque, en su pecado, piensa que le es más conveniente y deseable hacerlo.

Para poder ayudar a un agnóstico, es importante reconocer, ante todo, que—contrario a lo que dice Jesús Adrian Romero—no hay neutralidad en un agnóstico. Dios testifica que “la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios”  (Rom.8:7-8).

Las Escrituras contradicen las afirmaciones de los agnósticos.  Por lo tanto, Jesús Adrian Romero tiene dos opciones: puede confiar en la palabra de los agnósticos (que declaran sinceramente no saber si Dios existe o no), o puede confiar en la Palabra de Dios, que nos dice que todo “agnóstico” sabe que Él existe. Es la palabra del hombre versus la Palabra de Dios. ¿A quién va a creer? Que “sea hallado Dios veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso” (Rom.3:4). Tristemente, en este asunto Romero parece haberse aliado con el hombre en contra de Dios.

Los cristianos (teístas) tenemos mucho que aprender de los agnósticos.

Es cierto que podemos aprender mucho de cualquier persona sin Cristo. Estoy seguro de que, por ejemplo, historiadores, químicos, carpinteros y otros hombres hábiles en su oficio tienen la capacidad de instruirnos y capacitarnos en muchas cosas. Sin embargo, los pasajes citados de arriba nos muestran que lo único que podemos aprender de la filosofía agnóstica es que es una necedad que sólo confirma lo que nos dice la Palabra de Dios…y en el libro de los Proverbios el Señor nos advierte repetidamente a no seguir a los necios en su necedad (p. ej.: Prov.13:20; 17:12; 26:4-5).


El artículo de Jesús Adrian Romero deja mucho que desear…y esto que solamente he evaluado la primera parte. Pero lo más preocupante de esto es que Romero afirma ser un pastor. Tito 1:9 enfatiza el hecho de que un anciano debe conocer la sana doctrina, ser apto para enseñarla, y poder refutar a los que la contradicen (ver también 1 Tim.3:2). Por decir lo menos, el conocimiento escritural de Romero es muy deficiente—lo cual significa que él no es apto para ser pastor. Oro para que se dé cuenta de esto y que los muchos que lo admiran y confían en él no sean confundidos y tropezados por sus palabras. 


viernes, 17 de julio de 2015

LAS CRÓNICAS DE LAS SECTAS: Joseph Smith dice que logró más que Jesús




Joseph Smith, polígamo (tenía entre 30-40 esposas: 11 de ellas eran mujeres casadas que él robó de sus esposos; 10 de ellas eran adolescentes, varias de ellas eran hermanas biológicas; y también se casó con una pareja de madre e hija), y fundador de la secta de los mormones, en la siguiente cita se jacta de que ha hecho MÁS que Jesucristo mismo. 

"Dios se halla aún en la suave y pequeña voz.  En todas estas declaraciones y citaciones juradas son todas del diablo —todo corrupción.  ¡Sí!  ¡Venid, fiscales!  ¡Falsos testigos!  ¡Que hierva todo el infierno!  ¡Sí!  ¡Montañas ardientes, derramen vuestra lava!  Porque finalmente, yo quedaré por encima de todo.  Tengo más de que jactarme de lo que haya tenido jamás hombre alguno.  Soy el único hombre que ha logrado mantener unida una iglesia desde los días de Adán.  Una gran mayoría ha permanecido a mi lado.  Ni Pablo, ni Juan, ni Pedro; ni siquiera Jesús lograron eso.  Me jacto de que jamás ningún hombre hizo una obra como la mía.  Los seguidores de Jesús lo abandonaron; pero hasta ahora, los Santos de los Últimos Días no me han abandonado todavía… "  

-"Historia de la Iglesia", ["History of the Church"], Volumen 6, páginas 408-409.