Esta es la
tercera y última parte de mi crítica de lo que Jesús Adrian Romero comparte en
una entrada de su página titulada Humildad
Teológica. Es necesario advertirles que estaré tratando aquí con una
cuestión filosófica que requerirá de nuestra parte un poco más de meditación. Muchos
se “desconectan” al leer de conceptos filosóficos, prefiriendo más bien leer o
ver algo más “sencillo” que no requiera ejercitar tanto los músculos
cerebrales. Sin embargo, lo que voy a compartir trata con algo de lo cual tenemos
que tener al menos un conocimiento básico, pues tiene que ver con la Palabra de
Dios, la autoridad final del cristiano. Es imprescindible que entendamos lo
siguiente para estar firmemente cimentados sobre la verdad y no cometer un
gravísimo error como el que Romero comete en el resto de lo que escribe. Él
dice:
Por ejemplo, no tengo problemas en afirmar que la Biblia
es la palabra de Dios y la autoridad final en asuntos de fe y práctica, pero si
soy honesto debo reconocer que hay huecos en los argumentos a favor de esta
verdad, y para aceptarla, en algún momento de mi formación espiritual tuve que
tomar un paso de fe.
Esta es
una declaración increíble. Quizás algunos no vean a primera vista el enorme
problema con lo que Romero ha dicho. ¿Cómo puede alguien afirmar tener una
autoridad final pero al mismo tiempo decir que existen “huecos a favor” de esto?
Es obvio que Romero no entiende lo que es una “autoridad final”.
Podríamos
definir una autoridad absoluta o final como el estándar más alto de un
individuo, por el cual este mide todas las cosas. Es la regla con la cual todas
las cosas son comparadas. Todos tenemos un estándar final: para los cristianos,
Dios (quien es entendido por su Palabra) es el estándar final; para los evolucionistas,
por ejemplo, su estándar final es el naturalismo (lo único que existe es lo
natural) o el empirismo estricto (lo real y verdadero es sólo lo que puede ser
observado y estudiado).
Una
autoridad final es un estándar independiente que no requiere ninguna otra
fuente para su autenticación…por eso se llama una autoridad final. Es decir, no
podemos apelar a algo más alto o autoritativo que esa autoridad final para
comprobarla. Cada autoridad final necesariamente tiene que apelarse a sí misma
como la evidencia máxima de su veracidad y validez. Si pudiéramos apelar a algo
más alto que nuestra autoridad final, entonces nuestra autoridad final en realidad no sería una autoridad final…esa
otra cosa lo sería. Por ejemplo, si
apeláramos a la evidencia histórica para comprobar que la Biblia es cierta,
entonces la Biblia no sería la autoridad final, la evidencia histórica lo
sería. Ahora bien, la evidencia histórica puede confirmar el hecho de que la Biblia es la verdad, pero esta nunca
puede ser vista como la “prueba absoluta” de la veracidad de la Biblia. La
Escritura es la verdad que procede de Dios (Juan 17:17; 2 Tim.3:16), y por lo tanto es nuestra autoridad
absoluta y final de la verdad. ¿Cómo comprobamos que la Biblia realmente es la
verdad? No al señalar a la
arqueología, ni la historia, ni la ciencia ni la razón humana, sino al señalar
a la Biblia misma.
Algunos
me acusarían de cometer la falacia de “razonamiento circular”…después de todo,
estoy usando la Biblia para comprobar la Biblia. Aunque confieso que mi
argumento involucra cierto grado de circularidad, no es viciosamente circular,
es virtuosamente circular. Un ejemplo
de un argumento viciosamente circular sería: “Mi razonamiento es válido porque
me parece razonable que lo es”. Tal argumento circular es erróneo porque es
arbitrario—se basa en el criterio subjetivo de la persona de su propia
racionalidad, y asume lo que está tratando de probar sin poder probar que lo
que está asumiendo. A cambio, cuando yo argumento a favor las Escrituras siendo
nuestra autoridad final y objetiva, no solo argumento circularmente para
comprobarla (“la Biblia es nuestra autoridad porque dice que lo es”), sino que
uso información adicional para respaldar mi conclusión. Esta información
adicional confirma lo que dice la Biblia, y de hecho nos muestra que tenemos
que empezar con la Biblia para poder comprobar la Biblia.
Quizás lo
que acabo de decir parezca un poco confuso. Para ayudarnos a entender esto,
consideremos la lógica. Las leyes de la lógica realmente existen: ¿verdadero o
falso? Cualquier respuesta que diéramos a esta pregunta comprobaría las leyes
de la lógica… ¡pues necesitamos usar las
leyes de la lógica para averiguar si son ciertas o no! Si no existieran no
pudiéramos dar una respuesta lógica y coherente, ni qué hablar de hacer una
pregunta lógica. Tenemos que asumir las leyes de la lógica para evaluarlas. Por
lo tanto, el argumento a favor de la existencia de las leyes de la lógica
requiere cierta circularidad—pero no solo tenemos que argumentar en un círculo
(“Las leyes de la lógica son ciertas porque lo son”), podemos agregar
información adicional para respaldar nuestra conclusión (“Sin ellas no
podríamos responder lógicamente”). Esta información adicional nos muestra que
tenemos que empezar con las leyes de la lógica para poder comprobarlas. La lógica
tiene que usarse a sí misma como la evidencia más grande de su propia existencia.
No es erróneo argumentar de esta manera, es necesario; sería imposible
argumentar de otra manera. Las leyes de la lógica tienen que ser ciertas por la
imposibilidad de lo contrario.
De la
misma manera, consideremos el siguiente argumento y pregunta—“La Biblia es la
Palabra de Dios y la autoridad final en asuntos de fe y práctica: ¿verdadero o
falso?” Cualquier respuesta que demos a esta pregunta solo confirmará que la
Biblia es de Dios y la autoridad final. Cualquier intento de refutar la
afirmación ya mencionada tendría que presuponer cosas acerca del universo que
sólo podrían ser ciertas si la Biblia fuera la verdad en primer lugar. La
Biblia no solamente afirma que es la Palabra de Dios y la autoridad final;
también nos provee el fundamento para la lógica, la ciencia, la moralidad, la
uniformidad de la naturaleza, para el hecho de que podemos confiar en nuestros sentidos,
etc. Este fundamento es el Señor Dios mismo. Tenemos leyes objetivas,
inmutables, absolutas, universales, e inmateriales que gobiernan el universo porque
estas reflejan el carácter del Dios verdadero, inmutable, soberano,
omnipresente, y espiritual. Podemos confiar que nuestro raciocinio y cinco sentidos
sean válidos porque llevamos la imagen de nuestro Creador. Podemos confiar que
las leyes naturales de hoy serán vigentes mañana porque nuestro Señor no
cambia.
Quita a
Dios y su Palabra y no tendrás razón válida alguna para decir que algo es correcto
o incorrecto, verdadero o falso, moral o inmoral, lógico o ilógico, etc. Estos
conceptos carecen de sentido si no hay un Dios del cual proceden. Sin esta Autoridad Final, no podemos explicar ni justificar absolutamente nada: ¿Quién dice que no podemos matar y odiar y ser egoístas? ¿Quién dice que una creencia es verdadera o falsa? ¿Cómo podemos saber con certeza que realmente existimos, y que no somos un cerebro en un laboratorio? ¿Cómo podemos justificar leyes de la lógica absolutas, inmateriales y universales...y cómo podemos tener la certeza de que podemos evaluar estas leyes correctamente? Nos quedamos solamente con
opiniones subjetivas y arbitrarias, con la locura (sin una justificación para la lógica y la verdad
absoluta), con la incertidumbre (no teniendo una razón para creer que mañana
será como hoy, ni que en verdad existamos)…con CAOS TOTAL. De hecho, nos quedaríamos con una imposibilidad,
pues un mundo sin un estándar absoluto jamás podría existir. En conclusión, es
perfectamente válido argumentar que la Biblia es la Palabra de Dios y nuestra
autoridad final, porque si no lo fuera, no tendría sentido investigar la
certeza de esta afirmación. Incluso, cualquier intento de refutar esta
afirmación sería autorefutante, ya que usaría conceptos (como la lógica) que
presuponen un mundo que solo pudiera existir si la Palabra de Dios fuera
cierta. Por lo tanto, podemos decir con certeza que la Biblia es la Palabra de
Dios por la imposibilidad de lo contrario. Si la rechazas, eres reducido a la
absurdez.
Quiero
dejar claro que no estoy diciendo que debemos razonar hacia el Dios de las Escrituras (A+B+C…y por lo tanto=Dios). ¡Necesitamos
presuponer el Dios de las Escrituras para
poder razonar! Necesitamos comenzar
con el Dios verdadero de la Biblia para que cualquier argumento tenga sentido. Como
una persona dijo una vez: “Dios no es un dios hacia quien debemos razonar...el
es ÉL Dios sin el cual no podríamos razonar.” Y las Escrituras son su aliento,
su exhalación (2 Tim.3:16), por medio
de las cuales Él se revela a sí mismo y su universo. Como tal, son nuestra
autoridad final que debemos presuponer para que todo lo demás en la existencia tenga
sentido.
Ahora
bien, a la luz de esta explicación larga sobre la Biblia siendo nuestra
autoridad absoluta, ¿pueden entender por qué la cita de arriba de Jesús Adrián
Romero es tan absurda? Sería como decir: “Yo creo que las palabras existen,
pero hay huecos en los argumentos a favor de esta verdad”. Esta una postura
autorefutante: ¡tienes que usar palabras para tratar de poner en duda la
existencia de las palabras! Y al poner en duda la autoridad de la Biblia,
Romero tiene que asumir que hay un estándar de la verdad con el cual debemos
comparar todas las cosas…pero ese estándar de la verdad sólo puede existir si
la Palabra de Dios es cierta y la autoridad final.
Lamentablemente,
su artículo va de mal en peor:
¿Cómo compruebo que los 70 traductores de la septuaginta
fueron inspirados por el Espíritu Santo para traducir de la manera correcta,
agregar nuevos libros o partes de algunos libros al canon del antiguo
testamento?
¿Cómo compruebo que el canon de las escrituras es
absolutamente correcto y que los hombres asignados a este trabajo escogieron,
dirigidos por el Espíritu Santo, la lista de los libros que compondrían la
Biblia? ¿Cómo compruebo que fueron inspirados por el Espíritu Santo para
determinar la canonicidad de ciertos libros y la apocrificidad de otros?
¿Cómo compruebo que el canon de la Biblia protestante es
el correcto cuando el mismo Martín Lutero tenía problemas con algunos libros
que ahora son parte del canon bíblico, y cuestionaba que libros como el de
Ester, Hebreos y Santiago, entre otros, fueran inspirados por el Espíritu
Santo?
Las
preguntas que Romero hace contienen errores…pero eso no es lo más importante. Aun
si supongamos que todos los hechos que él ha mencionado fueran ciertos tal y
como los ha descrito, sería muy fácil responder sus preguntas. ¿Cómo puede
Romero comprobar con certeza todo lo que pregunta acerca de la Biblia? Lo acaba de hacer. Él continúa presuponiendo
un estándar de la verdad que sólo puede existir si las Escrituras son ciertas. Además, las ciertas y verdaderas palabras de las Escrituras nos dicen que nuestro Dios soberano
preservará todas sus palabras (Salmo
12:6-7; Mat.24:35; 1 Ped.1:25,
etc.).
Por supuesto que he leído todos los argumentos a favor de
la autoridad de la Biblia y estoy de acuerdo con ellos; las profecías
cumplidas, los pergaminos que respaldan lo que tenemos escrito, las evidencias
históricas y geográficas, la consistencia literaria, la sobre-vivencia de la
Biblia al escrutinio de los siglos y a los constantes ataques que ha recibido,
etc. Pero después de todos los argumentos, debo ser honesto y aceptar que no
puedo comprobar con “absoluta certeza” que la Biblia es la palabra de Dios.
Es
evidente que Romero no ha leído todos los argumentos a favor de la autoridad de
la Biblia. Él no está consciente del “argumento trascendental” que he explicado
en esta entrada. Pero de cualquier manera, la postura autorefutante de Romero
continúa. Con cada palabra que escribe, él demuestra la veracidad de la Palabra
de Dios. Incluso su afirmación de no poder comprobar con “absoluta certeza” que
la Biblia es de Dios lo demuestra.
Lo interesante de esto es que aunque no pueda
comprobarlo, yo, junto a la mayoría de cristianos a través de los siglos, hemos
estado dispuestos a morir por esta verdad. Tenemos la absoluta certeza que la
Biblia es inspirada por Dios, pero más que certeza intelectual, esta certeza se
deriva de algo más personal; FE.
En mi vida he comprobado que las palabras de este libro
son verdad y son vida. Sus consejos me han llevado a encontrar la llave para
entrar a una vida plena y productiva.
Es mi
sincero deseo que la declaración de Jesús Adrián, de que está dispuesto a morir
por la verdad, realmente se convierta en una realidad. Pero antes de morir por
ella, tiene que creerla, y tiene que vivir conforme a ella…algo que evidentemente
no está pasando ahorita.
(Para
leer mi refutación de la falsa distinción que él hace entre la “certeza
intelectual” y la fe, lee la segunda parte de mi crítica).
Al final de todos los argumentos, la única “verdad” a la
que nos podemos aferrar con certeza es la verdad de nuestra fe.
Esta
declaración es totalmente escandalosa…y
suma e inequívocamente falsa. ¿Cómo
puede decir tal cosa? La horrenda necedad que ha escrito aquí nos revela su
corazón (Mat.12:34)…y nos muestra el
fundamento de su religión: no es LA VERDAD OBJETIVA Y PROPOSICIONAL de la
Palabra de Dios, es su experiencia subjetiva
de “fe”. Sus palabras revelan que él no cree que las Escrituras sean su
autoridad final—él mismo se cree ser su propia autoridad final. Romero NO está construyendo sobre la Roca, sino sobre la arena de su propia fe y
experiencias religiosas y emocionales (Mat.7:24-27).
¡Con razón que no conoce las Escrituras!
Una aclaración:
al decir esto no estoy descartando ni menospreciando la fe personal y las
experiencias subjetivas, como la de la salvación. Pero lo que sí estoy diciendo
es que nuestra fe y nuestras experiencias deben ser informadas por, y
comparadas con, la Palabra de Dios. Romero tiene esto totalmente al revés.
Por supuesto que no es una fe ciega, es una fe que lucha
y que cuestiona.
La verdadera fe no puede existir a parte de la duda.
Cuando dejamos de cuestionar dejamos de aprender y hacemos de nuestra fe algo
débil, algo que los demás no pueden tomar en serio.
Si la
verdadera fe no puede existir a parte de la duda, entonces Jesucristo no tenía
fe verdadera, debido a que Él nunca dudaba ni cuestionaba la verdad. Y Dios
nunca nos manda a cuestionar su Palabra; Él nos manda a creerla y obedecerla. Cuando
dejamos de cuestionar hacemos de nuestra fe algo fuerte. ¿Romero no ha
leído pasajes como Mateo 17:20?
Un poco de humildad teológica nos hará testigos más
honestos y nos dará más credibilidad en un mundo que desesperadamente busca
respuestas.
No, un
poco de humildad teológica nos hará creer
la Palabra de Dios, en vez de cuestionarla y decir que debemos aprender de
los agnósticos. Y nos has hará ver que el mundo no “desesperadamente busca
respuestas”. Nos hará ver que “nadie
busca a Dios” (Rom.3:11) y que el
mundo perdido tiene tanto anhelo de conocer la verdad como el anhelo que tiene un criminal para hallar a un policía (Juan 3:19-21).
Nos hará ver el gran peligro de ser un tropiezo para los que profesan ser
creyentes (Lucas 17:1-2), y que
tendremos que rendir cuentas ante Dios por cada palabra que salga de nuestra
boca y que escribamos. Nos hará ver nuestra necesidad de estudiar las
Escrituras con diligencia (2 Tim.2:15),
y ver que la salud espiritual de nuestra congregación depende de nuestra propia
salud espiritual y nuestra doctrina (1
Tim.4:16).
Si algo
queda claro con este artículo, es que Jesús Adrian Romero desgraciadamente no
cree ni obedece la Palabra de Dios, y eso le hace un testigo deshonesto. Que el
Señor le tenga misericordia; yo sí estoy, y estaré, orando por él.
Creo que usted saca muchas cosas de contexto y cual si fuera Dios, Omnisciente, declara y sentencia sin temor a equivocarse y con total soberbia y superioridad, que Jesús Adrián Romero DEFINITIVAMENTE no conoce a Dios.
ResponderBorrarYa que tan en desacuerdo está con él, lo invito a demostrar CIENTÍFICAMENTE, que la Biblia es, en efecto, la Palabra de Dios.
CIENTÍFICAMENTE.
Ante sus razonamientos, deberíamos tirar a la basura el libro de Gálatas y de Hebreos. Es más, deberíamos descartar toda la Biblia, ésa que usted tanto defiende como inspirada por Dios y que, curiosamente, deja en claro que la Salvación se obtiene EXCLUSIVAMENTE por FE.
Hola Anasthassia Art +Design,
ResponderBorrarGracias por escribir. Ante todo, creo que usted no ha entendido lo que he escrito. Sugiero leer mi entrada otra vez, y cuidadosamente, especialmente la parte sobre la Biblia siendo la autoridad final. Entiendo que lo que escribí puede ser un poco complejo, por lo tanto sugerí reflexionar en mis palabras.
Segundo, confieso que realmente no entiendo lo que usted me está diciendo. ¿Usted cree en la Palabra de Dios? ¿Cree en la salvación únicamente por la fe en Cristo (tal como lo dice la Biblia)? ¿O se está burlando de todo esto?
Tercero, lo que sí entendí de sus palabras fue su reto de comprobar la Biblia científicamente. Nuevamente, recomiendo leer otra vez mi entrada (y las otras entradas que he escrito tratando con Jesús Adrían Romero).
Pero lo que sí le diré es que ese reto mismo de usted ("lo invito a demostrar CIENTÍFICAMENTE, que la Biblia es, en efecto, la Palabra de Dios.") solo demuestra que la Palabra de Dios es verdadera...pues, su pregunta presupone un estándar de la certeza y verdad. Sin la existencia del Dios que nos ha dado las Escrituras, no pudiéramos tener un estándar de la certeza ni la verdad, ni la lógica. Ni pudiéramos hacer la ciencia misma. La Palabra de Dios tiene que ser verdadera, pues esta provee el fundamento para la verdad, lógica e incluso la ciencia. ¡Si la Palabra de Dios no fuera la verdad, usted ni siquiera pudiera hacerme el reto que usted me ha hecho! :-)
Es necesario empezar con Dios y Su Palabra (es decir, presuponerla) para que todo en este universo tenga sentido. Como bien nos dice 1 Pedro 3:15 (LBLA):
"...sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia"
Un cristiano presenta una defensa de su fe al primero comprometerse con, y entregarse a, el Señor Jesucristo y su verdad...creyendo lo que dice el Señor y presuponiendo que su Palabra es la verdad. No al ponerla a un lado y cuestionarla y asumir que alguien puede saber algo aparte de la verdad de la Biblia, como desafortunadamente, Jesús Adrán Romero ha hecho. Espero que lo que dije tenga sentido. Que Dios le bendiga.
Me parece muy claro que sí una persona se dice cristiano y al mismo tiempo trivializa la autoridad de la Sagrada Escritura, no hay razón para pensar que el tal es Cristiano.
ResponderBorrarBien por la entrada. Hoy en día hace mucha falta este tipo de cuestionamientos a la falsa enseñanza que puede llegar hasta de una simple canción. Ojala pudiera encontrar esto mas seguido.
Dios le bendiga. Le invito a escribir mas.
Lo necesitamos mucho. Científicamente comprobado!!!!!!!