martes, 13 de diciembre de 2011

TODO SOBRE DIOS Y ASESINAR PARTE 2a



Seguimos con nuestro estudio sobre este tema controversial. (Más vale tarde que nunca). Esta vez quiero responder la siguiente objeción específica:

¿Por qué no debe un cristiano matar si en el Antiguo Testamento mataban?


Es cierto que el Antiguo Testamento está lleno de ejemplos de violencia. Hay muchos relatos verídicos de guerras sangrientas y grandes matanzas, como cuando Dios mató a todos los primogénitos de la tierra de Egipto (Exo.12:29-30); o cuando David y sus hombres de guerra mataron a doscientos filisteos y trajeron al rey Saúl los prepucios de ellos (1 Sam.18:25-27); o aun cuando, bajo la orden de Dios, los israelitas derrotaron y destruyeron a todos los de Jericó (Josué 6:21) —incluyendo las mujeres, niños, bebes y animales. Aparte de esos ejemplos, Dios instituyó varias leyes severas en Israel, como el mandato de matar a homosexuales (Lev.20:13) y a los niños desobedientes (Deut.21:18-21). Dios incluso mando a los israelitas a matar a un hombre por sólo recoger leña en el día de reposo (Num.15:32-36). 

Desde una perspectiva postmoderna y humanista secular, parece difícil reconciliar los pasajes de arriba con la idea de un Dios “bondadoso”, “amoroso” y “justo”. Pero bueno…se tratará con ese “problema” (como si Dios en realidad necesitara que le defendamos) en una entrada posterior. 

Pero ahora quiero enfocarme en la cuestión de los cristianos y si las reglas del Antiguo Testamento aplican a ellos o no en el día de hoy. Críticos y burladores de la Biblia a menudo acusan a los cristianos de no ser consistentes en su interpretación de la Biblia, debido a que no siguen el “patrón bíblico” de la Biblia de hacer guerras, de tener esclavos, y de matar a los que tienen preferencias personales que no concuerdan con la Palabra de Dios. Dichas personas señalan una supuesta contradicción más en la teología de los cristianos. Pero los que dan tales acusaciones ignoran varias verdades bíblicas, las cuales son que:

1. Los cristianos no viven bajo el Antiguo Pacto, sino bajo el Nuevo. Dios estableció el Antiguo Pacto con Moisés y el pueblo de Israel (véase Éxodo 19-24). Pero más de mil trescientos años después, cuando Jesús vino a este mundo, Él estableció un Nuevo Pacto con Su pueblo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:20).  Con Su muerte redentora en la cruz Cristo compró e inició un pacto nuevo por ellos.

Hebreos 8
nos explica más sobre la relación entre los dos pactos, comparando el Nuevo con el Antiguo. Hablando de Jesucristo, el autor de Hebreos dice:

“Pero ahora tanto mejor ministerio es el Suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. Porque reprendiéndolos dice:
‘He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto…’”  (Vss.6-9)

Este pasaje hace referencia a la promesa de Dios de crear un nuevo pacto, dada por medio del profeta Jeremías (véase Jer.31:31-34). Versículo 13 del mismo capítulo de Hebreos también nos dice: 
“Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.” 
Si algo es claro de las referencias bíblicas de arriba, es que el Antiguo Pacto ha sido eliminado, y los cristianos son partícipes de un pacto distinto y mejor que aquel que fue  establecido anteriormente.  

2. El Nuevo Pacto no contiene leyes judiciales, ni se trata de un reino terrenal. El Antiguo Pacto estaba basado en un sistema teocrático—un reino físico y terrenal gobernado por Dios y los líderes que Él establecía. Por lo tanto era necesario crear un sistema de leyes y castigos judiciales (como la pena capital para los rebeldes y transgresores de la Ley). Estas leyes mantendrían el orden y la justicia en el reino.  
En cambio, los cristianos bajo el Nuevo Pacto no tienen un país y gobierno terrenal; ellos son “extranjeros y peregrinos” en este mundo (1 Ped.2:11; Heb.11:13). No tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos una por venir, una patria mejor (Heb.11:16, 13:14).


Esto es porque cuando Jesucristo vino, Él vino para establecer un reino espiritual y no uno físico. Los judíos de Su tiempo estaban esperando a un Mesías que les libertara del cautiverio al Imperio Romano. Ellos no comprendieron que Su primera venida era para liberar a Su pueblo (judíos y gentiles incluidos) de la esclavitud al pecado y la muerte. Él tenía que venir primero como el siervo sufriente descrito en Isaías 53 y ser la propiciación por los pecados de todos los que creerían. Un día Él reinará físicamente sobre toda la tierra—en Su segunda venida, cuando todos Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies (Heb.1:13). Un día Su reino llegará en una manera visible y poderosa sobre todo el universo. Pero mientras tanto, como Él mismo dijo cuando los judíos le arrestaron para crucificarle: 

“Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.” (Juan 18:36). 

Los discípulos de Cristo no matan, pelean ni hacen guerra para avanzar el reino de Dios. La lucha de los cristianos no es “contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efe.6:12). Los enemigos de los creyentes son espirituales (el diablo y sus huestes), y por lo tanto ellos son amonestados a ponerse armadura espiritual y no física (Efe.6:13-18). “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales…” (2 Cor.10:3-4). 


Por esta razón, el mandato de Cristo para Sus discípulos no fue que formen un estado soberano cristiano con un sistema de leyes teonomicas. Él nos mandó a ir por todo el mundo proclamando el Evangelio y haciendo discípulos (Mat.28:19; Mar.16:15). La meta de todo creyente es avanzar el mismo reino espiritual que Jesucristo trajo cuando vino. 

Por lo tanto, en el Nuevo Testamento no encontrarás leyes como las del Antiguo—ordenes de Dios de matar a los infractores de Sus mandamientos. A lo contrario, Dios promete que Sus mismos discípulos serán perseguidos, odiados y matados por su fe (Mat.10:16-22; Rom.8:36; 2 Tim.3:12, etc.). Y la respuesta que nosotros como creyentes debemos tener hacia este odio y persecución no es pagar mal por mal, sino amar, bendecir y orar por nuestros enemigos (Rom.12:17; Mat.5:43-45; Luc.6:2-29, etc.). Dios no nos ha llamado vengarnos, sino a estar en paz con todos los hombres (Rom.12:18-19). 

A continuación daré otras razones por las cuales un cristiano que vive bajo el Nuevo Pacto no está obligado a matar ni cumplir la mayoría de las leyes dadas por Dios a Moisés.

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